Érase una vez una mantarraya que siempre paseaba
sola en el mar, siempre majestuosa, siempre altiva, pero siempre sola, todos los animales acuáticos la veían pasar y no
podían dejar de ver toda esa majestuosidad, esa belleza, esa altivez que hacía
a las demás mantarrayas y animales marinos no darse el valor de acercarse a
ella.
La mantarraya estaba tan acostumbrada a ser admirada que se olvidó de ser
humilde y siempre pensaba que los demás animales marinos no estaban a su
altura, por lo que los ignoraba e incluso los hacía menos con comentarios
hirientes respecto al aspecto que tenían:
- Ese pez globo es muy espinoso, y ese tiburón demasiado narizón y
el delfín tiene una frente muy grande, y la ballena es muy gorda. – Decía
A todos los animales les encontraba algún defecto, incluso a las demás
mantarrayas diciendo:
- Sus aletas son muy pequeñas o sus colas demasiado cortas
Siempre tenía palabras de desagrado para los demás.
Siempre tenía palabras de desagrado para los demás.
Un día la mantarraya se quedó atrapada en una red bastante tiempo y creyó
que alguien la buscaría y la ayudaría, pues se sentía amada por todos. Los
animales marinos pasaban por delante pero nadie se acercaba a la mantarraya,
acostumbrados a que ella solo los insultaba. Ella se sentía demasiado orgullosa
para pedir ayuda, de pronto la mantarraya que ya estaba muy lastimada y débil
dijo en voz baja:
- Sé que no tengo derecho a pedirles ayuda y ustedes no tienen obligación
de dármela, pues me he portado muy mal con ustedes, ahora moriré por mi
comportamiento.
Un delfín que iba pasando la escuchó y se apresuró a pedir ayuda a los
demás animales, pronto llegó el tiburón que rompió la red con sus filosos
dientes, el delfín con su frente pudo ayudar a sacarla del fondo pues la
mantarraya estaba muy débil y la ayudó a subir a la superficie. La mantarraya
estaba tan contenta que aún estando tan débil comenzó a dar esos saltos que les
encanta dar de alegría a las mantarrayas. Mientras, los animales marinos se acercaron para darle
alimentos y que se pusiera fuerte, la mantarraya entonces entendió que todos
necesitamos de los demás y que siempre hay que intentar ver a los demás con sus
virtudes y no con lo que nosotros creemos que sean sus defectos, pues cada
quien es valioso tal y como es.
FIN
VALORES DEL CUENTO: la humildad y el respeto a los demás.
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